El problema es que otra vez más he caído en lo que llaman "amor". He caído en el precipicio más peligroso que he llegado a ver, en tus pupilas. Y me ahogo con todos los te quieros que me apetecen gritarte, me recorren escalofríos al encontrarme con tu mirada. Me mareo en la forma de tu pestañear y intento recomponerme en la curva más ingenua que he podido contemplar, tu sonrisa.
Me quedo enbobada observando cada pequeña arruga de tus ojos al soltar una carcajada. Rezo por que lo último que pueda ver antes de poder irme a dormir sea la forma en la que me guiñas el ojo, rezo por poder dormir escuchando tu voz calmando a mis demonios. Sí, esos demonios que siempre alborotan mi cabeza y gritan estupideces. A mi miles de demonios acomplejados y ardiendo de odio. Y como no, tú estas en otro mundo.
Lejos, muy lejos, lo suficiente lejos para no poder sentirte cerca de mi. Para ti era más que otra siempre persona, una ficha sin encajar, la manzana que siempre estaba en lo más bajo en vez de estar en la cima. La canción olvidada que tantos recuerdos te traía. Era nada más y nada menos que el nitrógeno que expulsabas. Y fíjate tú lo irónica que es la vida, que tú y únicamente tú eras mi oxígeno, eras lo más necesario que he podido llegar a pedir. Y aquí estoy, más perdida que nunca, intentando no pensar en lo bonito que llega a ser cada peca estampada en tu cuello, intentando no recordar la forma de tus labios y así poder resistirme a esa droga que tanto necesito y solamente tú me puedes dar. Que mi piel extraña ese pequeño contacto que algún día me diste. Duele demasiado oírte decir "Adiós" cuando lo que quiero es abrazarte y no soltarte jamás.